¿Por qué te enamoras de tu coche?

Porque es un objeto transicional, dicen los psicólogos (o sea, como el osito de peluche de tu niñez!)

Léelo abajo o escúchalo como podcast aqui: https://d3ctxlq1ktw2nl.cloudfront.net/…/316100041-44100…

oso
 
Muchas veces sorprende ver el amor que le tienen las personas a su coche.
El coche, en sí mismo, puede que sí -o puede que no- justifique esa emoción, esa alianza. Es decir, hay coches francamente buenos, y otros francamente malos, que podríamos identificar como leales o desleales. Sin embargo, sus dueños rara vez lo criticarán. Pueden criticar el servicio recibido en la agencia distribuidora, o su atención al cliente, pero “su coche” sigue siendo objeto de su adoración.
¡Y no se los critiques!
Mucha gente incluso traslada esa emoción hacia la marca de su coche y la defiende como si se tratara de una guerra contra “las otras”.
En algunos casos, como los llamados “vaguetos”, por su adhesión indespegable a la marca de Wolfsburg, a la que consideran como un verdadero templo, aunque estén hablando de un coche viejísimo, latoso, que se desbarata ya nomas de verlo.
Lo que por cierto, los hacen comprar y comprar autos de la misma marca, uno tras otro, como si -o porque así es- no conocen otras y por eso a la “suya” le dan una posición, y una estimación, sobrevaluada.
Y hay una explicación, según obtuvimos respuestas de expertos psicólogos: el auto se convierte en un “objeto transicional”, tal y como fue el osito de peluche de nuestra infancia temprana. Que nos hace sentir acompañados, protegidos, de quien recibimos y le damos cariño, porque nosotros mismos le otorgamos ese poder, que claro, un bebé por sí mismo no tiene y se siente -o es- indefenso. Pero con su aliado -el oso- se enfrenta en sus batallas de miedos y pesadillas infantiles.
En breve, los dueños de un coche asocian el suyo a eventos agradables, como cuando pasearon con la novia, cuando se sintieron protegidos o acompañados, o cuando simplemente los llevó a algún sitio de sus preferencias. Ese recuerdo, esa emoción, se nos queda dentro, muy guardada y la volcamos hacia el objeto inanimado que es el coche. Al grado de ponerles nombres, cuidarlos y atenderlos como si fueran seres humanos o mas bien, como si fueran… nuestro osito de peluche.
 
 
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