Mira, si eres flojo, te trajimos la página editorial de la revista, “Autopía”, donde explicamos por qué M/V es DIFERENTE a los demás medios. (…pues porque la escribimos puros voluntarios)

3

Desde su fundación hace ya casi medio siglo, Motor y Volante NO fue creada como negocio, sino como lo que sería una simple diversión entre amigos fanáticos del automóvil. Como si fuera un club, aunque todavía ni existía ni tenía miembros, sólo queríamos platicar de coches.

Como mi familia siempre ha estado en el mundo editorial, se me ocurrió la idea de editar una revista de autos franca, amistosa de leer y veraz. PERO no para ganar dinero, sino para que algunos entusiastas como yo pudiéramos intercambiar y comparar nuestras experiencias y opiniones sobre los coches que se venden en México. Sobre los coches que manejamos día con día.

Porque ¿no es eso en lo que nos divertimos los “cabeza de tuerca” como nos llaman en algunos países? ¿Hablando de coches y manifestando nuestras preferencias y experiencias al volante? Cuando saqué el primer ejemplar, era yo solito y una máquina de escribir, sentado ante un escritorio en un cuartito con balcón −que también servía de puerta, le puse bisagras− que daba a una pacífica plazuela colonial en San Ángel, precisamente en un barrio llamado Chimalistac, que no ha sido tocado por el tiempo desde hace unos cuatro siglos, al sur de la Ciudad de México. Hasta veía yo la iglesita (del Siglo 16) desde mi sillón.
Cuando tuve en las manos la primera dotación de ejemplares (¡eran solo MIL copias!) antes que salir a buscar una distribuidora para que se vendiera en los Sanborns, se me ocurrió repartirla a mano metiéndola debajo de las puertas de vecinos y conocidos.

Me las acabé y tuve que mandar a hacer otras mil, ahora sí ya para entregarlas a DIMSA, una distribuidora de revistas extranjeras a quienes les pareció divertido incluir una revista mexicana y además de autos, que ellos ya importaban Car and Driver, CAR y Road & track.
Con una revista mexicana −la única en su ramillete− cumplían no sé qué requisitos legales. Además, el gerente (un gringo) conocía a mi papá y me recibió muy sonriente. Le divirtió ver que el hijo de su amigo seguía sus pasos en el periodismo y edición de revistas, pero sin la menor idea de cómo se hacían las cosas. Ni sabía yo que entre la imprenta, DIMSA y Sanborns se quedarían con el 90% de todo lo que se vendiera… si se vendía.
Normalmente (tal y como me educó DIMSA) las devoluciones alcanzaban un 40% del total impreso.

O sea, ganancia no habría. Porque te tenías que “tragar” de regreso casi la mitad de tu inversión con lo que, como negocio, era el peor de todos.
Pero no me importó porque no era esa la idea. Yo vivía de otra chamba, representando al famoso Lloyd’s de Londres. No, lo que yo quería era platicar de coches con otros cuates iguales que yo. Pero no sabía dónde estaban y la revista serviría de “faro buscador”.

Y así fue, en menos de dos días desde que la revista fue exhibida y puesta a la venta en los Sanborns y otros expendios, la pequeña oficinita ya se había llenado de locos por los autos igual que yo que querían ayudar o de alguna manera participar. Compré un sofá y una cafetera.
Así se formó el primer Consejo Editorial que fue −Y NUNCA HA DEJADO DE SERLO− conformado por puros VOLUNTARIOS que simplemente tenían algo que contar. Y no esperaban pago alguno. Es más, al ser voluntarios garantizas que escriban lo que escriban, no reciben un peso más ni un peso menos.

O sea, sus opiniones salen derechito de su ronco pecho a las páginas de la revista y de ahí a tus ojos, sin ninguna contaminación monetaria.

 

La gran sorpresa fue cuando, apenas a los, 15 días de haber sacado el primer ejemplar, me llamaron de DIMSA para avisarme que −para su sorpresa y también la mía− ya se habían agotado todos los ejemplares exhibidos, que si les mandaba más.
Pero ya no había dinero para imprimir más, así que no me quedó más remedio que ir a visitar (fui a rastras, empujado por los demás) a posibles anunciantes para con ese dinero, imprimir otra dotación y una nueva edición. Para mi fortuna, en Chrysler, Nissan y Renault me encontré a otros fans que le entraron de inmediato a comprar planas de anuncio. Que tan no era mi intención que dejé de salir a vender, muy contento porque ya con eso podría “agrandar el club”.
Mal cálculo, porque al ratito me llamaron de Ford, de GM y de VAM, aunque esta última ya estaba por quebrar con sus Ramblers y sus Jeeps.
Durante 15 años seguimos igual, solo salía yo a vender cuando se acababa la lana para publicar. El Consejo Editorial seguía trabajando de gorra y por gusto −como hasta ahora sigue haciéndolo− pero ya pudimos aumentar el tiraje, contratar una secretaria (Vera), un contador y un dibujante. Y mudarnos a un local más amplio para tener nuestras “juntas” que empezaban hablando de temas de autos pero terminaban con hartos brindis.

Un club, pues, ni más ni menos.

Y eso es lo que sigue distinguiendo a Motor y Volante de los demás comunicadores de autos.

Cada uno de nosotros tiene otra chamba, de la que realmente vive.

Vamos, hasta quienes nos brindan servicios indispensables (diseño, corrección editorial, contabilidad, etc.) bajo contrato, son también súper aficionados “a las tuercas”, que manejan, opinan y proponen ideas frescas y conceptos que ni se nos ocurren.

Esa es la explicación de por qué Motor uy Volante es diferente a otros.

Porque, sin serlo realmente, somos y actuamos como un club, un sitio de reunión y de entretenimiento, INCLUYÉNDOTE a ti, amigo lector, que como miembro del club puede que seas el N° 231,766 (hemos crecido muchísimo, pero seguimos sin ganar dinero) pero ERES NUESTRO AMIGO y LECTOR.

Gabriel Novaro

Advertisement